Grande es este misterio: Cristo y la iglesia
“El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:15-18).
“Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:49-51).
“Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:20-22).
“Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Efesios 5:32).
“Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor. Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:2-5).
La revelación de Cristo y la iglesia – el gran misterio
En el universo hay un gran misterio, un misterio escondido. La Biblia nos dice que este misterio es Cristo y la iglesia. No sólo Cristo, también la iglesia. Los dos siempre van unidos. Este gran misterio es verdaderamente maravilloso.
En Mateo 16 es la primera vez que alguien reveló a Cristo y también que Cristo reveló a la iglesia. Un día, el Señor se llevó a los discípulos lejos de Jerusalén, a Galilea, a Cesarea de Filipos, en el norte de Israel. Y el Señor les hizo una pregunta: “¿Quién decís que yo soy?”. Pedro inmediatamente dijo: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. ¡Esta es una gran revelación! Cristo es la persona que Dios nos quiere dar, no sólo para nuestra salvación, sino para que sea todo para nosotros. Cristo fue ungido por Dios para cumplir ese propósito. Todas las cosas espirituales están en Él. Él es todo lo que necesitáis. Si necesitáis amor, Cristo es vuestro amor. Cristo también es vuestra paciencia. No sólo os da paciencia, sino que Él mismo es vuestra paciencia. Si necesitáis sabiduría, Él es vuestra sabiduría. Cristo es vuestra mansedumbre. Cristo es todo. Cuando Pedro dijo: “Tú eres el Cristo”, el Señor le dijo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Si verdaderamente queréis ver a Cristo, necesitáis revelación. No se trata de conocer una doctrina, sino de ver a Cristo en el espíritu, por medio de una revelación. Enseñaros doctrinalmente que Cristo lo es todo, no os ayudará para nada. En la cabeza sabéis que Cristo es todo, pero en la experiencia diaria es inútil. Pero un día, si el Padre os da revelación, veréis a este Cristo y entonces seréis verdaderamente bendecidos. Pablo les dijo a los efesios que les predicaba el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. Cristo es rico. Cristo lo es todo. Cristo es la plenitud de Dios. Todo está en Cristo. Necesitamos una revelación de Cristo así, de lo contrario, nuestra vida cristiana será pobre. Cuando Pedro confesó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, fue una gran revelación, no una insignificancia.
En Efesios 3, Pablo también oró que nuestro espíritu fuera fortalecido, para que con todos los santos, pudiéramos comprender las dimensiones de Cristo, Su altura, profundidad, longitud y anchura. ¿Sabéis cuán alto, profundo, ancho y largo es Cristo? No podemos agotar las riquezas de Cristo. ¡Cristo lo es todo! En el evangelio de Juan, Cristo es el pan de vida, el agua de la vida, la luz, la puerta para salir del redil, los pastos verdes, el Cordero de Dios, la verdadera vid, etc. Todos estos son cuadros que nos muestran lo que Cristo es para nosotros. Cuando el Señor Jesucristo dice que Él es el pan de la vida, nos muestra que Él es nuestro alimento espiritual, para alimentarnos y satisfacernos. Él es el agua de la vida para que la bebamos. Si le bebemos no tendremos sed jamás. Él es la realidad de la vida. En 1 Corintios, Cristo también nos ha sido hecho por Dios: sabiduría, santificación, justificación, redención, Él es la comida y la bebida espiritual, el último Adán, el Espíritu vivificante, la cabeza; es incluso el cuerpo, Él lo es todo. En el libro de Apocalipsis Él es el testigo fiel, el primero, el último, el León de la tribu de Judá, el Amén, es el Alfa y la Omega, el autor de nuestra fe y también el consumador. ¡Aleluya! ¡Cristo es todo! Necesitamos tener la revelación de Cristo para poder disfrutar de todas estas riquezas. Si tenemos tantas riquezas, pero no las podemos tocar, ni las podemos disfrutar, ni experimentar, somos pobres. Si tenéis mucho dinero en el banco pero no podéis tocarlo, da igual lo que tengáis, sois pobres. ¿Cómo disfrutamos de Cristo? Pablo nos dice en Romanos 10:12 que el Señor es rico para todos los que le invocan. Invocad al Señor: “¡Oh, Señor Jesús!”. El Señor como el Espíritu os proveerá, experimentaréis la realidad de Cristo. Esto no es un conocimiento mental, sino una experiencia en el espíritu. Cuando vuelvas a tu casa, invoca: “¡Oh Señor, necesito experimentar Tus riquezas!”.
Cuando Pedro vio la revelación de Cristo, el Señor le dijo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Pero no paró ahí. El Señor le dijo: “Y yo también te digo”. “También”. ¿Qué quiere decir también? Quiere decir que hay algo más: Tú dices que yo soy el Cristo, pero yo también te digo que tú eres Pedro. Pedro (Petrus) en griego significa una piedra. Tú dices que yo soy el Cristo, y yo te digo que tú eres una piedra. Si ves que yo soy el Cristo, también tienes que ver que tú eres una piedra. ¿Por qué? Porque yo voy a edificar mi iglesia. El Padre le mostró a Pedro la iglesia. “Y sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Todos sabemos que la roca es Cristo. Aquí en griego hay dos palabras: “Petros” y “Petra”. Pedro es una piedra en griego, pero “Petra” es una roca. La Biblia nos revela que Cristo es la piedra de fundamento, la roca. 1 Corintios 3:9 nos dice que el fundamento ha sido puesto y ese fundamento es Cristo. La Palabra también nos revela que Cristo es la piedra del ángulo (1 P. 2:6-7). La piedra del ángulo une dos lados. En Zacarías 4, Cristo es la piedra de cobertura (remate). Así Cristo es la piedra de fundamento, la piedra del ángulo y la piedra de remate (final). Cristo es la roca y Pedro es una piedra. Más tarde, en sus epístolas, Pedro nos dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual” (1 P. 2:5). Necesitamos ver la revelación, no sólo de Cristo, sino también de la iglesia, para no perder de vista la otra mitad. Necesitas ver esta otra palabra “también”: “Y yo también te digo”. Esta pequeña palabra es muy importante, porque el propósito de Cristo es edificar Su iglesia, no la “iglesia” en la calle tal con una cruz en lo alto, sino a nosotros como piedras vivas. Por eso tenéis que ver la revelación no sólo de que Él es el Cristo, sino que vosotros sois piedras. Todos los cristianos son piedras. ¿Sabes cuál es tu nombre? Pedro. Cristo quiere cambiar todos nuestros nombres por el de Pedro. Antes, todos estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, éramos barro muerto, pero cuando Cristo vino a nosotros nos hizo piedras vivas, así como Él mismo es una piedra: Él es la piedra de fundamento, de ángulo y de cubierta. En el corazón de Dios está el tener una casa, una casa viva, no un edificio muerto. Necesitamos ver la revelación de Cristo y la iglesia.
Hay cristianos que dicen: “Yo conozco a Cristo y esto es suficiente”. Pero Cristo quiere edificar Su iglesia y vosotros sois piedras para esa edificación. Por un lado tenéis que ver las riquezas de Cristo, pero por otro, tenéis que ver la iglesia. Muchos cristianos desean ser un gran predicador o un gran misionero, si no uno grande, al menos uno pequeño, pero no muchos quieren ser una pequeña piedra, una piedra viva para ser edificada como una casa espiritual para el Padre. Oremos al Señor para que nos dé una visión. Muchos queridos cristianos, hoy, no se preocupan por la iglesia, dicen: “Yo soy salvo y tú también. Que cada uno haga lo que quiera y estará bien”. Así, cada uno hace su propia obra. No hay unidad porque no han visto la revelación de la iglesia. Para cumplir el propósito de Dios es muy importante tener una revelación del Padre.
La edificación de la iglesia
¿Cómo puede ser la iglesia edificada? Por la revelación de Cristo. Sin Cristo no hay iglesia. Cuanto más Cristo, más iglesia. El Cristo revelado, esa roca, es para la edificación de la iglesia, no sólo para ti. Supongamos que Miguel no tiene mucho Cristo, sino mucho de sí mismo. Él es salvo, pero está lleno de sus conceptos. Si yo tampoco tengo las riquezas de Cristo en mí, nunca podremos ser uno, ni podemos ser edificados. ¡Es imposible! Si uno tiene su propia opinión, otro su propio gusto, yo hago lo que me da la gana, y el otro es un individualista, ¿qué clase de piedras somos nosotros? No somos piedras vivas, somos piedras Martínez o Román. Si cada uno hace lo suyo, no hay posibilidad de edificar. Pero si Miguel, Jorge y yo estamos llenos de Cristo, es muy fácil venir todos sobre esta roca, sobre Cristo, para edificar la iglesia. Necesitamos a Cristo y Sus riquezas para reunirnos. Si nos reunimos, y tú sólo compartes tu opinión, y yo mis enseñanzas, y el otro la forma en la que le gusta hacer las cosas, nunca podremos ser uno, nunca podremos edificarnos como la morada de Cristo en el espíritu. Por eso necesitamos la revelación de Cristo. Tenemos la necesidad de ver las riquezas de Cristo, todo lo que abarcan, y disfrutarlas invocando Su nombre. Así, cuando nos reunamos, seremos uno automáticamente, sin preocuparnos de nuestra opinión, sino de amar a Cristo. Entonces la iglesia será la expresión de Cristo.
El disfrute de las riquezas de Cristo para la edificación
Vengamos ahora al Evangelio de Juan: “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:49-51). Felipe fue a Natanael y le habló: Natanael, hemos encontrado al Mesías. Natanael le dijo: “Imposible, de Galilea no puede venir nada bueno”, y Felipe le respondió: “Ven y ve”. Jesús, cuando lo vio, le dijo: “He aquí un verdadero israelita”. Y Natanael le dijo: “¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: antes que Felipe te llamara cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Inmediatamente, los ojos de Natanael fueron abiertos y éste le dijo: “Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores que estas verás”. ¿Hay algo aún mayor que ver a Cristo? ¿No creéis que ver a Cristo es suficiente? ¿Qué es más grande que ver a Cristo? Jesús le dijo: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre”. Esta palabra hace referencia al sueño de Jacob en Génesis 28. Jacob huía de su casa y durmió sobre una roca (que representa a Cristo). Soñó con una escalera que llegaba hasta el cielo y los ángeles subían y bajaban por aquella escalera, que estaba apoyada sobre la roca. Cuando despertó, dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Betel” (Gn. 28:17-19). Betel significa la casa de Dios. Natanael vio a Cristo, pero el Señor parecía decirle: “Natanael, aún verás cosas mayores, verás la casa de Dios, la iglesia”. Tenéis que ver que no es suficiente con ver a Cristo, también tenéis que ver la iglesia. Por eso Pablo, en Efesios 2:22, dice: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”. Vosotros también tenéis que ser edificados juntos para morada de Dios. No más tarde, sino ahora. Por eso necesitáis una revelación, ver a Cristo y la iglesia. ¡Quiera el Señor otorgaros una revelación para edificar la iglesia en vuestra ciudad! Pablo, en Efesios, dice: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (5:32). No sólo habla de la cabeza, sino también del cuerpo. Pedro, en su epístola, tampoco olvidó lo que Cristo le había dicho: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor. Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 P. 2:2-5). Primeramente, hermanos y hermanas, tenéis que beber la leche pura de la Palabra para disfrutar las riquezas de Cristo y gustar lo bueno que es el Señor. No basta con saberlo, hay que probarlo. El saber es objetivo, pero el gustar es subjetivo. Tenemos que gustar que el Señor es bueno. Luego, tenemos que reunirnos como piedras vivas para edificar la casa espiritual y ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios. Esto le agrada al Señor. Ninguna otra cosa hacían los sacerdotes en el Antiguo Testamento fuera del templo salvo ofrecer sacrificios en todo tiempo. Y todos aquellos sacrificios: los holocaustos, las ofrendas de paz, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de grano, la ofrenda por la trasgresión, la ofrenda mecida, etc., eran figuras de Cristo. Por eso, en la vida de la iglesia, todos tenemos que traer a Cristo como nuestra porción, porque todos somos sacerdotes, no predicadores. Cuando nos reunimos, cada uno de nosotros trae a Cristo y lo ofrece a Dios. Esto complace al Padre. Espero que el Señor os dé a todos la revelación de Cristo, con todas Sus riquezas para vuestro disfrute, y que este disfrute del Cristo rico sea para la edificación de Su casa, la iglesia. JS