Sin duda, nada testifica mejor del Creador que Su propia creación: el universo y su inmensidad, la tierra, con todas sus maravillas y diferentes clases de vida, y el ser humano, creado a la imagen y semejanza de Dios (Romanos 1:19-20).
Nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos… (Hebreos 12:1)… Muchos son los testigos… desde personas iletradas (como algunos de los primeros apóstoles) hasta sabios y eruditos a lo largo de la historia de la humanidad; algunos de humilde condición (como aquellos pescadores), otros influyentes y acaudalados personajes, procedentes de todos los lugares de la tierra, muchos pueden testificar que Jesucristo no es un mito, ni una religión, sino una persona viva – la vida eterna. Y la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó) (1 Juan 1:1-2).