¿Qué es el hombre?
«Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra (cuerpo), y sopló en su nariz aliento de vida (espíritu), y fue el hombre un ser (alma) viviente» (Génesis 2:7).
Hasta el día de hoy permanece el misterio del hombre. Nadie lo puede definir correctamente, nadie lo puede comprender. El hombre investiga todo lo que le rodea: la tierra y el cielo, pero no puede hallar el sentido de su propia existencia. Cuanto más investiga dentro de sí mismo, más cuestiones surgen. Ha inventado tantas cosas el hombre, que debería sentirse feliz con ellas, pero nada puede satisfacerle verdaderamente.
¡Algo falta!
¿Qué es el hombre?
¿Para qué ha sido creado?
El cuerpo – una calle sin salida
Es visible, limitado en el tiempo, investigable por las ciencias naturales, y, según muestran los análisis químicos, sus componentes son idénticos a los de la tierra.
Nuestro cuerpo es la cáscara externa de nuestro ser, por medio de los cincos sentidos tenemos contacto con el mundo exterior. E l cuerpo es necesario para nuestra existencia. Desde un punto de vista espiritual, sus funciones son externas solamente y algunas veces nos parece una cárcel. La experiencia nos muestra que en vez de que el cuerpo sirva al hombre, éste se ha convertido en esclavo de su cuerpo. No es, ciertamente, éste el sentido de la vida humana. «Todo el trabajo del hombre es para su boca y con todo eso su deseo no se sacia» (Eclesiastés 6:7). Ante la muerte tenemos que confesar, finalmente, que el cuerpo es una calle sin salida. «… Pues polvo eres y al polvo volverás» (Génesis 3:19).
El alma
El alma del hombre, la psiquis, (la palabra griega para alma, de ahí psicología) no es otra cosa que su capacidad de pensar: la mente; su capacidad de amar, odiar, sentirse feliz u oprimido: el sentimiento; y su habilidad para decidir: la voluntad.
Es una parte escondida pero muy real de nuestro ser humano, interna y oculta y por tanto sus actividades no son fácilmente reconocibles. El hombre no es sólo polvo viviente, es también una persona, con una personalidad definida: el alma, es decir, nuestro «YO» nuestra propia personalidad.
Después de un notable desarrollo de todas las potencias del alma, en nuestro siglo, ha evolucionado hasta el máximo la cultura síquica. A pesar de ello tenemos que confesar que, pese a los progresos del hombre y sus conocimientos sobre ciencias, economía, política y religión, no está ni mejor, ni más contento; todo lo contrario. Hoy, más que nunca, reinan la agitación, la enemistad, las guerras, las crisis y las discordias.
Los problemas externos no pueden resolverse, porque el problema mismo del hombre está aun sin solucionar. La generación actual experimenta especialmente el vacío y la insatisfacción interiores con mayor fuerza que ninguna generación anterior. No sabe a donde ir; no tiene meta. Las normas se derrumban, los pensamientos más geniales son superados, la luna ha sido conquistada, pero en nosotros persiste una «tierra de nadie». En nuestra alma no está la solución – ¡Falta la llave!
La llave: el espíritu del hombre
Dentro del hombre, en lo más profundo de su ser, hay un lugar que durante muchos siglos ha sido un misterio. Es la meta desconocida de cada hombre que busca la realidad: el cumplimiento de todos los deseos interiores. El espíritu es la parte más profunda de tu ser, más profunda aun que tu alma. Nunca lo podrás encontrar por ti mismo, con tus fuerzas. Puedes meditar día y noche, reflexionar hora tras hora, puedes liberar tu mente de todos los pensamientos, concentrarte, abrirte a todos los poderes que parecen asequibles; pero, a pesar de todo, no lo encontrarás nunca. Ni la ciencia, ni la religión, ni la meditación pueden ayudarte. Es el espíritu del hombre, creado por Dios dentro de él.
Sólo el espíritu del hombre puede reconocer lo que hay en realidad dentro del hombre. «Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón» (Proverbios 20:27), «Porque, ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?» (1 Corintios 2:11). De acuerdo a la Palabra de Dios y según nuestra experiencia sabemos que el hombre se compone de espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonisences 5:23). El espíritu humano del que habla la Biblia, no tiene nada que ver absolutamente con el alma. Como la vida está oculta en el tuétano del hueso, el espíritu está en lo más profundo del ser humano. Está tan confinado por el alma que a menudo se confunde con ella. Sin embargo, el alma es el alma y el espíritu es el espíritu, ambos pueden y deben ser distinguidos «Porque la Palabra de Dios es viva y operante, y más tajante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y espíritu, de articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón» (Hebreos 4:12, versión ecuménica Herder).
Pero todos los caminos que llevan a ese lugar profundo de tu ser han sido cortados… todos, menos uno: Dios, y sólo Dios te puede llevar allí. Faltaba algo, faltaba Dios. ¡Ese anhelo interno que surge frecuentemente, esa intranquilidad, es un hambre del espíritu por la realidad, un deseo de Dios mismo! Dios ha creado en lo profundo, en lo más íntimo, un espíritu para que podamos recibir a Dios en nosotros y podamos ser llenos de Él. Mientras que este lugar profundo esté vacío, el hombre no estará nunca satisfecho. ¡El destino del hombre es, en realidad, ser lleno de la vida de Dios y vivir para Él! Nuestra mente puede, por cierto, meditar acerca de Dios, pero sólo nuestro espíritu puede recibir y tocar a Dios: «Pero el hombre natural (del alma) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie» (1 Corintios 2:14-15). «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad (realidad) es necesario que adoren» (Juan 4:24).
Sí, Dios es Espíritu y como tal es tan asequible como el aire que te rodea; está dispuesto para llenar tu vacío interior (vacío en el espíritu) porque sólo Él lo puede llenar. El Espíritu Santo y tu propio espíritu están destinados a unirse en ti y convertirse de esta manera en un espíritu. ¡Es como si uno volviera a nacer, en realidad es un nuevo nacimiento!
«Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3:3,6).
Nacer de nuevo significa que nuestro espíritu ha recibido el Espíritu Santo; «Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él» (1 Corintios 6:17).
El Espíritu de Dios en nuestro espíritu
¡Dios quiere y debe entrar en tu espíritu! La Biblia nos dice que este Dios es Jesucristo: «Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna» (1 Juan 5:20), ha venido a salvarnos. «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5).
«… Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él» (1 Juan 3:5). Sí, Él murió por nosotros, resucitó a los tres días, y hoy es el Espíritu que da la vida para llenarnos, como está escrito: «El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante» (1 Corintios 15:45b). «El Señor es el Espíritu» (2 Corintios 3:17).
Encontrarás la llave volviéndote sencillamente a Jesús e invocando Su Nombre. Dile: «¡Señor Jesús, Te creo! ¡Oh Señor Jesús, entra en mí!» Dios mismo entrará entonces en tu espíritu porque está escrito:
«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:9-10, 12-13).
En ti nacerá algo nuevo, profundo, algo que nunca experimentaste anteriormente. ¡Qué alegría! ¡Qué plenitud! ¡Qué satisfacción! Una vida totalmente distinta, sí, la vida de Dios misma está en ti ahora; dentro de tu espíritu… Todo tu ser gira ahora alrededor de un nuevo centro. Serás un hombre normal; como Dios te quería en un principio: un hombre lleno de Dios. Descubres así tu espíritu humano, y, por tanto, el sentido de tu vida. ¡Llegas a conocer a Dios! Has encontrado la llave que abre el misterio del hombre.
«El Señor Jesucristo esté con tu espíritu« (2 Timoteo 4:22).
JS